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Maternidad y culpa: explicación psicológica

Desde que había sido madre sentía que no estaba satisfecha con nada de lo que hacía. Cada detalle que salía mal le hacía sentir culpable y no podía evitarlo. Tenía que conseguir manejar esa sensación de culpabilidad e incapacidad que le estaba impidiendo disfrutar de sus hijos. 

La maternidad y la psicología

Pide cita | La maternidad y la crianza de los hijos es una experiencia única para la que nadie nos prepara. La llegada de un bebé a la familia es algo para lo que no estamos preparados. Nadie nos educa ni nos enseña herramientas para enfrentarnos a esta nueva situación. Con suerte, podrás encontrar una matrona amable que te invite a un curso de preparación al parto y más o menos te haga una introducción de lo que va a suceder. Pero seamos sinceras. Cuando te ponen el bebé en brazos nos damos de bruces con la realidad: no tenemos ni idea de cómo es ser madre. En ocasiones, esta inseguridad se instala dentro de algunas madres y en muchas ocasiones no se va nunca.

En muchos casos, se ha idealizado tanto y durante tantos meses la maternidad y hemos deseado tanto ser la «mamá perfecta» para nuestro bebé que esa referencia ideal adquiere en nosotras una gran fuerza y un gran peso. Pero la realidad es que ser madre no es nada fácil, ni es tan ideal como habíamos imaginado.

Nadie nos cuenta que ser madre, sobre todo los primeros meses, es agotador, caótico, desestabilizante, abrumador, apenas duermes, no tienes tiempo para casi nada, etc. Por supuesto, es un amor tan sobrecogedor e intenso, que lo compensa todo. Pero no podemos obviar que hay momentos difíciles y que, esa madre ideal que queríamos ser, es prácticamente imposible que sea tan perfecta en todos los momentos.

Es entonces cuando aparece ese sentimiento , para muchas desconocido hasta que fuimos madres: la culpa. Y esta culpa llega, a veces, por cualquier cosa: porque se pongan malos ( «¡Ay! ¡Le tenía que haber abrigado más, es culpa mía!»), porque nos olvidemos de algo («¡Ay! ¡Ya me he olvidado de la ropa, siempre me olvido de todo!»), por no querer jugar ( » Debería de querer jugar con mi hijo y no me apetece, seguro que las otras mamás juegan más»), por salir a trabajar, por salir con amigas un rato, por olvidar comprarle el libro para el cole, por perder la paciencia (» ¡Ay! Le he gritado, que mala madre soy»), etc…podríamos poner una lista interminable de causas por las que las mamás nos sentimos culpables.

A veces puede ser por hacer o no hacer algo, pero también la culpa se instala por sentir algo que consideramos que «deberíamos» sentir de manera diferente, y aquí las lista puede ser realmente abrumadora: nos sentimos mal por jugar con nuestros hijos pero no tener tantas ganas como «deberíamos», por desear ( ojo, ya solo desear) pasar un rato a solas, porque no nos apetece una tarde estar con ellos, porque echamos de menos espacios que teníamos antes, etc…Es realmente sobrecogedora la cantidad de pensamientos culpabilizadores que los profesionales vemos en las madres cuando acuden a consulta.

Tenemos que tener en cuenta que la culpa es un sentimiento que nos mantiene alertas para no cometer faltas ni alejarnos de nuestros valores y propósitos. Pero ahora bien, la culpa puede ser muy incapacitante y puede llevar a la persona que la sufre en exceso a un nivel muy alto de sufrimiento.

¿Cómo manejar la culpa durante la maternidad?

Es importante desmitificar la maternidad y desidealizar el concepto de «buena madre»:

No tienes que ser perfecta

Deshazte de ese ideal. Ser la madre perfecta es un ideal imposible e inalcanzable. No somos perfectas y no pasa nada. Sé simplemente tú misma y no te exijas tanto.

Permítete fallar y perdónate los errores

Hay momentos en la vida y en el día a día que es imposible llegar a todo. Por ello cometemos errores, también con nuestros hijos. ¿ Has cometido un error? acéptalo y proponte mejorar para lo próxima vez, analiza lo que ha ocurrido de manera constructiva para hacerlo mejor en un futuro pero perdónate el error y no te culpabilices tanto.

Necesitas tiempo para ti

Cuando somos madres las prioridades cambian. Antes pensábamos más en nosotras, nuestros objetivos, nuestras ilusiones, nuestras necesidades, etc. Pero cuando llega tu bebé lo primero es él. El instinto hace que los primeros meses y años todo gire en torno a él, alimentarlo, protegerlo, darle seguridad, comodidad, afecto, etc…

Ahora bien, que tu bebé sea lo principal no significa que tenga que ser lo único. Tú también tienes necesidades. Por ello es normal que necesites tiempo para tí, que te sientas desbordada, que desees desconectar y descansar, etc. 

Es normal añorar la época en la que no eras madre

A veces la maternidad es tan abrumadora que recordamos momentos del pasado donde no teníamos una responsabilidad tan alta. Es normal recordar y añorar esos momentos a veces. Esto no significa que quieras menos a tus hijos o que seas mala madre. Es simplemente una realidad: antes algunas cosas eran más fáciles y en momentos de cansancio y estrés nuestro cerebro nos transporta a esos momentos que ahora valoramos más.

Plantéate qué tipo de madre eres

A veces nuestra exigencia es tan alta que pretendemos manejar a la perfección cosas que no se nos han dado bien antes, pero ahora nos descalificamos y exigimos más. Si antes no se te daba bien cocinar, por ejemplo, ahora es normal que te siga pasando lo mismo. Si antes te costaba organizar la logística en casa, ahora te supondrá un esfuerzo extra y seguramente se te pasen cosas por alto. Pero ahora nos exigimos mucho más y aparece la culpa.

Por ello es importante ser realista y aceptarte como eres, plantéate ¿ qué tipo de madre eres? Quizá se te de regular cocinar pero eres muy cariñosa. Quizá se te olvide algo cada vez que haces la compra, pero eres especialmente empática con tus hijos….

Piénsalo, ¿ cuáles son tus puntos fuertes? Seguro que los tienes. Acuérdate de ellos cuando cometas un error. A todas se nos da mejor unas cosas que otras y en la maternidad también.

Y recuerda, para tus hijos no habrá nunca mejor madre que tú. No te exijas en exceso en cosas que para ellos, en realidad, no son tan importantes. Abrázalos, diles cuanto les quieres, escúchalos con atención, da importancia a las cosas que para ellos son importantes ahora, trátalos y háblales con todo tu cariño. Sé sencillamente tú misma. Así ya serás «perfecta».

Después de hablar de lo que le sucedía comprendió que había circunstancias que le costaba manejar a veces, pero se dio cuenta que no eran cosas importantes y que no era justo para ella misma condenarse tanto, cuando con los demás era tan comprensiva. Puso el foco en separar maternidad y culpa. Aprendió con el tiempo y con ayuda a entenderse y valorarse como madre y se dio cuenta que tenía muchas cualidades mucho más importantes que los pequeños fallos que podía cometer. Gracias a aceptarse pudo disfrutar de la maternidad y de la crianza de los hijos.

 

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