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La ansiedad y la agorafobia

Llevaba meses que no podía salir de casa. Primero empezó por resultarle molesto ir a lugares concurridos, después los espacios llenos de gente y, poco a poco, empezó a sentirse muy mal cada vez que tenía que salir a hacer algo. No sabía que le estaba pasando.

 

Pide cita con una psicologa | Los trastornos de ansiedad se encuentran dentro de los más prevalentes en nuestra sociedad occidental (Kessler et al., 2005).  Este hecho ha animado a los investigadores y médicos  no sólo a examinar su naturaleza sino también las formas más efectivas de tratarlos. 

La ansiedad implica un estado general de activación, aunque no siempre  percibido o vivido como aversivo y por lo tanto, no siempre evitado. Esta evitación de la ansiedad, más ampliamente etiquetada como “evitación experiencial”, es un factor principal en la etiología y mantenimiento de los trastornos de ansiedad (por ejemplo, Hayes, 1976; Hayes, Wilson, Gifford, Follette, y Strosahl, 1996; Lovibond, Mitchell, Minard, Brady y Menzies, 2009; Poderes, Smits y Telch, 2004).

La «ansiedad» no se da en animales porque estos no piensan, no juzgan sus sentimientos o actuaciones ni las relacionan con el futuro y sus consecuencias o posibilidades. Aunque la ansiedad tenga un componente físico fuertemente solapado con las respuestas fisiológicas de miedo y evitación,  se trata esencialmente de cómo nuestro lenguaje juzga nuestra realidad y experiencias y cómo trata de protegernos de posibles eventos temidos incluyendo valoraciones y comparaciones sociales, entre otras (Hayes et al., 1996). 

Todo depende por tanto de nuestra historia lingüística pasada: cómo hemos aprendido a evaluar lo que nos sucede si como algo “malo” o “ bueno” o  si nos decimos “hay que evitarlo” o “no pasa nada” etc. Y además cómo también aprendemos a reaccionar a todo ello, si dejándolo pasar, o tratando de afrontarlo sin más o luchando, evitando… 

No es lo mismo una persona que ha aprendido que el rechazo de otros es algo “terrible, que debe evitarse a toda costa” como otra que aprendió a que “es parte de las relaciones y no siempre se puede evitar”. Cada una de estas personas vivirá y reaccionará de forma muy diferente a un mismo hecho o evento, por ejemplo a un despido laboral, o a un rechazo sutil por parte de un grupo.

Evitar la ansiedad. Estrategias de control

 

Por otro lado como apuntábamos, en nuestra sociedad además se aprende la regla que “la ansiedad es algo malo,  a evitar” o que la ansiedad es predictiva de «pérdida de control» y «pérdida de control» de “inhábil”, «humillación social»  “de estar loco”etc. Todo esto contribuye a que cuando sintamos los síntomas físicos y cognitivos que hemos aprendido que se asocian con “ansiedad” los vivamos peor a si la sociedad nos enseñara que “la ansiedad es parte de la vida” por ejemplo. El problema se acrecienta como siempre cuando además reaccionamos evitando dichas sensaciones o pensamientos tratando de controlarlos o manipular eventos, manipular a los demás, manipular nuestras emociones.. para evitar que se desencadene lo que nuestra mente augura que podría desencadenarse, nuestros temores  por ejemplo “si no hago nada para intentar caer bien al final, no me aceptarán, estaré de lado” o “si no controlo mi ansiedad no podré vivir bien, me moriré ahora mismo… “ y además: hacer muchas  cosas para evitar sentir miedo, o preocupación, o aceleración cardiaca… Otro ejemplo sería “tengo que disfrutar y con la ansiedad no puedo” y además:  tratar de controlar la ansiedad con yoga, meditación, tomando pastillas, no saliendo de casa ya más etc. 

Es decir, aunque las  estrategias de control pueden ser extremadamente útiles para evitar muchos de los peligros que presenta la vida, por ejemplo si se conduce con precaución se pueden evitar accidentes, es natural que intentemos usar estas mismas estrategias con todo incluyendo  los pensamientos o  emociones  etiquetadas como “negativas para nuestra vida” Al principio no es obvio que se trata de una generalización inapropiada e innecesaria de control.

Muchas de dichas estrategias de evitación o control aunque tienen  consecuencias a corto plazo reforzantes: el miedo o las sensaciones fisiológicas “malas” se reducen o  me distraigo o al menos “me da la sensación de control, o de que resuelvo algo”, sin embargo a largo plazo  con el tiempo  parece que aumentan de los pensamientos o emociones precisamente evitadas (Hayes et al., 1994). Es decir, cuanto más lucho por no tenerlo (ya sea evitando, distrayéndome, huyendo etc.) paradójicamente más lo tengo. Existe un cuerpo de evidencia significativo y en rápido crecimiento de que la supresión y el control deliberados del pensamiento pueden ser contraproducentes, en el sentido de que un intento de no pensar “esos pensamientos que no quiero”  a menudo crea esos mismos pensamientos (por ejemplo, Wegner, Schneider, Carter y White, 1987; Wegner, Schneider, Knutson y McMahon, 1991).

La evidencia experimental de los efectos dañinos de la supresión emocional aún no es tan grande como la de la supresión del pensamiento, pero parece haber muchos ejemplos de estos círculos viciosos. Por ejemplo, al acabar siguiendo dichas reglas de “la ansiedad es mala no podre… tengo que evitarla…porque sino sucederá esto, esto y lo otro…” 

La Agorafobia

 

Como con clientes con agorafobia,  se vuelven extremadamente reactivos a cambios en su estado fisiológico  y hasta pequeños aumentos en la frecuencia cardíaca llegan a interpretarse en el tiempo como catastróficos (Barlow, 1988; Pauli et al., 1991), lo que retroalimenta el percibir dichas reacciones fisiológicas como “más terribles”  con lo que a la larga el círculo vicioso o estrategia de control va a más desembocando en  “ataque de pánico” (Pauli et al., 1991, p. 137; Clark, 1986; Ehlers, Margraf, Roth, Taylor y Birbaumer, 1988). Los pacientes con agorafobia muestran aumentos en la ansiedad en respuesta tanto a  aumentos auto-detectados de la frecuencia cardíaca (Pauli et al., 1991), como a aumentos falsos  de la frecuencia cardíaca (Ehlers et al. 1988). El miedo que tienen las personas con agorafobia no es de los lugares en sí, sino de sus posibles reacciones a esos lugares. Esto ha llevado a algunos a describir la agorafobia como el «miedo al miedo» o «miedo al pánico» (ver Barlow, 1988; Chambless et al., 1984; Goldstein & Chambless, 1978). 

Por otro lado, las reacciones de evitación o control de la ansiedad tienen consecuencias a largo plazo que pueden ser desadaptativas, que erosionan áreas de nuestra vida o cosas que valoramos. 

El círculo vicioso de la ansiedad

 

Tantos intentos deliberados de evitar y reducir la ansiedad hacen que la persona se vuelva ansiosa por sentirse ya ansiosa, con lo que ya no solo intenta controlar la ansiedad en sí sino: cualquier cosa que esa persona crea que le pueda causar estrés, fatiga, agitación, preocupación… con el tiempo cada vez se evitan más cosas, cosas que uno asocia a la ansiedad aunque no causen necesariamente  ansiedad, así la vida se reduce a medida que la persona vive centrada en controlar y evitar su ansiedad. Craske, Miller, Rotunda y Barlow (1990) encontraron que los clientes con agorafobia clasificados como evitadores extensivos tendían a desarrollar más trastornos de ansiedad adicionales con el tiempo, que los evitadores mínimos. 

En muchos casos, no hay nada dañino en buscar relajación o posponer pensamientos que distraen o evitar el dolor físico. Estas formas saludables de evitación experiencial se dan cuando las experiencias involucradas no son intensas ni clínicamente relevantes. Pero sí es dañino la evitación experiencial persistente a largo plazo que llega a distorsionar la vida. En el caso de personas con agorafobia, conduce a estilos de vida cada vez más restringidos. Las condiciones que pueden generar miedo o pánico llevan a los pacientes a limitar los viajes o evitar estar en el entorno temido a menos que estén acompañados por un compañero de confianza. Las estrategias de evitación experiencial no pueden funcionar fácilmente en el trastorno de pánico o para la ansiedad ya que cualquier método para evitar un peligro vuelve a conectar al individuo con el peligro y la ansiedad es la respuesta natural al peligro, ya sea que se establezca de forma directa o cognitiva. 

Solo en los últimos 10 años ha surgido una serie de enfoques de tratamiento con base empírica que están orientados hacia diferentes tipos de aceptación psicológica que  han mejorado notablemente en los últimos años la intervención mediante métodos que exponen deliberadamente a los clientes a emociones, sensaciones corporales y otras experiencias privadas previamente evitadas.  (Barlow y Beck, 1984; Chiles y Strosahl, 1995; Cordova y Kohlenberg, 1994; Hayes, 1984, 1987). ; Hayes, Jacobson, Follette y Dougher, 1994; Hayes y Wilson, 1994; Jacobson, 1991; Koener et al., 1994; Kohlenberg y Tsai, 1991; Linehan, 1993; Marlatt, 1994; Strosahl, 1991). 

Estos tratamientos funcionan en parte al socavar las estrategias de evitación experiencial (Barlow, 1988). 

Por ejemplo, Craske, Street y Barlow (1989) les dieron a los clientes con agorafobia conjuntos de instrucciones para que se concentraran en las sensaciones somáticas temidas  y a otro grupo les instruían para que  se involucraran en tareas de distracción o evitación. Aunque el grupo de distracción mostró una mayor mejora después del tratamiento que el grupo de enfoque o afrontación,  este último mostró mayores mejoras en el seguimiento a los  6 meses(Hayes, Wilson,  Strosahl, Gifford, and Follette, 1996) . Parece existir un acuerdo cada vez mayor en que «para recuperarse hay que saber afrontar, aceptar y atravesar el pánico» (Weekes, 1978, p. 362). Pide cita con una psicologa | 

Decidió enfrentarse al miedo poco a poco y comenzó a aceptar y manejar las emociones negativas que se le iban presentando. Comprendió que todas las emociones intensas son temporales y poco a poco empezó a aceptar la ansiedad y a vivir mejor, manejándola.

Decidió enfrentarse al miedo poco a poco y comenzó a aceptar y manejar las emociones negativas que se le iban presentando. Comprendió que todas las emociones intensas son temporales y poco a poco empezó a aceptar la ansiedad y a vivir mejor, manejándola.

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María Aguirre

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