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Cómo mejorar nuestro diálogo interno

TE PROPONGO EMPEZAR CON UNA TREGUA

Llevaba tiempo encontrándose desanimada. Cada fallo le pesaba cada vez más y le costaba recuperarse de ellos. Había observado que tendía a autocondenarse en exceso, y que era muy exigente con ella misma, una exigencia que no aparecía hacía nadie más. Era más comprensiva con las faltas ajenas que con las suyas propias.

 

Pide cita | Sí, con una tregua; te propongo empezar izando la bandera blanca. Aunque el origen de este símbolo, reconocido internacionalmente, no está claramente documentado, parece que data de la Segunda Guerra Púnica (entre 218 y 201 a.C.) durante la cual Tito Livio cuenta que un barco cartaginés “enarboló telas blancas y ramas de olivo como señal de rendición”. Y como curiosidad, te diré que parece que esta costumbre se adoptó tanto en oriente como en occidente de manera independiente. 

Izar la bandera blanca no significa sólo rendición, sino el fin de una confrontación; es, en definitiva, un símbolo de paz en tiempos de conflicto; algo así como un receso, un descanso, un espacio de no-agresión. Y eso es precisamente lo que te propongo para aplicar contigo misma. Empezar precisamente por ahí.

Cuando llevamos tiempo peleando con nosotras mismas, es muy posible que estemos inmersas en una espiral de autocrítica, de culpa o de autodesprecio. Expresiones como “ya estás otra vez”, “eres lo peor”, “nunca vas a salir de esto”, “soy un desastre”, “no tengo remedio”, “me merezco todo esto que me pasa”, “soy una mierda”, “engaño a todo el mundo”, entre otras, son el reflejo de esta espiral que nos hace sentir francamente mal.

Causas del diálogo interno negativo

El origen de todo ello puede ser variado: 

  • porque no nos sentimos bien y no encontramos razones que lo justifiquen, y, por tanto, si no lo entiendo es que no tendría que pasar o ser así.
  • porque nos sentimos despreciables por pensar y sentir lo que pensamos y sentimos y, sencillamente, estamos incómodos en nuestra propia piel. 
  • porque nos consideramos impostoras, falsas, un engaño ante los demás, que no pueden ver nuestra vergonzosa realidad.
  • porque consideramos que no tenemos derecho a sentirnos mal, bien porque siempre hay situaciones peores a la nuestra, bien porque nos sabemos afortunadas en algunos aspectos de nuestra vida. 

Así ocurre que vamos tejiendo una tela de araña tejida con reproches, cada vez más enredadas en nosotras mismas, cada vez más alejadas de los demás, con sentimientos cada vez más profundos de soledad, incomprensión e impotencia. Estos sentimientos mantenidos en el tiempo pueden producir ahogo y buenas dosis de frustración, aburrimiento y cansancio.

Sin embargo, la naturaleza humana nos impulsa a sobrevivir, a salvarnos, a buscar soluciones. Queremos salir de esto, queremos sentirnos bien, dejar de lado el sufrimiento y, para ello, podemos activar varias estrategias.

Técnicas que intentamos para la gestión del autodiálogo interno negativo

Ignorar

Una muy común suele ser ignorar, es decir, no hacer nada, dejar que pase el tiempo, no escuchar ni atender al malestar, en la esperanza de que, con el tiempo, se cansará y desaparecerá. Algo así como buscar la extinción por ignorancia. Podemos utilizar esta estrategia porque tenemos la sensación de que alguna vez nos ha funcionado en el pasado y hemos podido comprobar cómo algunos problemas han desaparecido simplemente con el paso del tiempo. O quizá la usamos en la falsa creencia de que sólo existe lo que puedo ver o atender, por lo que, en buena lógica, si no miro ni atiendo, aquello no estará. Y si no escucho y hago mucho ruido, dejaré de oír los mensajes, esos que me dicen que algo no va bien.

Ocupar el tiempo

Otra estrategia muy utilizada es la actividad desenfrenada que consiste en llenarnos de actividades y planes, de manera que no sea posible tener un minuto para nada que no sea atender las incesantes demandas del exterior. Nos vemos envueltas en los “Tengo que…” y en los “No tengo tiempo…” que, literalmente, nos impiden pararnos a pensar en nosotras mismas o en el problema que nos preocupa. De manera que toda esa actividad nos permite sentirnos justificadas para no atender nuestro dolor y no importa que nos lleve al agotamiento. Suele ser un precio que se paga hasta con gusto, pero que puede llegar a paralizarnos en forma de crisis nerviosa o de dolencias corporales de todo tipo. 

Esta estrategia suele venir de la mano del ruido interior, que consiste en aturdir mis sentidos con estímulos externos para no conectar con nuestras propias sensaciones. Se trata, en este caso, de una especie de actividad sensorial desenfrenada que puede adoptar distintas facetas. Nos volvemos voraces consumidoras de todo aquello que se puede ver, oír, oler, degustar o tocar. Podemos vernos envueltas en conductas desproporcionadas, aparentemente espontáneas, pero en algunas ocasiones compulsivas: comer a todas horas, o mucho de algo que nos gusta, o siendo conscientes de que no tenemos nada de hambre; beber sin freno, hasta la pérdida de control, o beber sin sed; escuchar música a todas horas, o a todo volumen, evitando el silencio; trabajar sin descanso, desoyendo nuestras señales de agotamiento, …   

Podemos desplegar estas y otras estrategias en un intento de respirar y deshacernos del malestar. Sin embargo, estas estrategias no suelen resultar útiles para aliviar el dolor. Pueden anestesiarnos durante algún tiempo, pero el conflicto sigue latente y las voces autocríticas no hacen sino enmarañarnos más y más profundamente en esa red de reproches e insatisfacción. 

Cómo parar el diálogo interno negativo

Y, precisamente por esta razón, sea cual sea el conflicto, sea cual sea la necesidad que tenemos pendiente de atender, sea cual sea lo que necesitemos aprender para superar nuestros bloqueos, es fundamental e imprescindible izar la bandera blanca con nosotras mismas. El conflicto no va a desaparecer, pero podemos dejar de enredarnos en porqués o en juicios, soltar las riendas de la actividad desenfrenada, dejar de embotar nuestros sentidos, hacer silencio, atrevernos a escucharnos y a mirarnos, sabiendo que no vamos a atacarnos, que no vamos a juzgarnos, no por esta vez. 

Reconozco que la propuesta es tan valiente como necesaria porque se trata de asomarnos a nosotras mismas sustituyendo el juicio por la curiosidad y, sobre todo, el respeto. El primer paso para tener opciones ante cualquier problema es conocerlo y para conocerlo necesitamos tomar distancia, observar los detalles, darnos cuenta de los procesos, verlo del derecho y del revés y sentirnos suficientemente seguras y protegidas para hacerlo sin oír reproches, desde un “alto el fuego”. 

Quizá puedas pensar que no sabes cómo hacerlo, cómo dejar de decirte cosas desagradables y, sin embargo, estoy segura de que a las demás personas no las tratas así, al menos, no a las que te importan. Estoy segura de que no te diriges así a tus amigas o amigos cuando les das tu opinión, sencillamente porque no les quieres hacer daño y porque tu intención es ayudarles o aportar algo bueno. Una clave que puedes aplicar desde hoy mismo es esta: trátate y háblate como si fueras una buena amiga y hazlo con el cuidado y el respeto con el que tratarías a un niño pequeño. ¿No crees que también te mereces un buen trato, sea cual sea tu “supuesta” falta?

Sea cual sea tu situación, si te reconoces en esas expresiones de autodesprecio y de reproches hacia ti misma, te invito a que empieces por izar la bandera blanca en tu territorio y respetar esta tregua y, desde ahí, comenzar de nuevo. Pide cita

 

Se paró a observar sus pensamientos, a analizar las cosas que se decía a sí misma cuando las cosas no salían como ella esperaba. Su diálogo interno era en exceso duro y decidió intentar tratarse como trataba a los demás.

 

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Carmen Gómez

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