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Cómo se relacionan la comida y las emociones

Desde que había empezado la pandemia, por la noches no podía parar de comer. Cada día se proponía no hacerlo pero llegado el momento, tenía sensación de hambre y no podía evitarlo. Llevaba meses así.

 

Pide cita | Coloquialmente hablamos sobre “comer emocional” pero a menudo se le da un uso informal e incluso erróneo a este concepto, ya que no sabemos los mecanismos que hay detrás de esta etiqueta ni tampoco sabemos cómo gestionarlos si llegan a interferir en  nuestra vida o nos causan problemas. Pasamos a explicarlo brevemente en los siguientes párrafos:

Una de las necesidades básicas del ser humano es la alimentación, siendo necesario que ésta sea adecuada  y suficiente para gozar de una adecuada salud física  y psicológica. La alimentación es una necesidad básica del ser humano y es necesario que esta sea adecuada y suficiente para poder disfrutar de una buena salud física y también psicológica. Debido a ello, evolutivamente nuestro organismo ha desarrollado sistemas específicos para detectar en qué momento y cuánto hemos de comer y para ello, las señales tanto de  hambre como de saciedad nos avisan de cuándo empezar a comer y cuándo parar, respectivamente.  

Relacion entre nutricion y emociones

 

Cuando dichas señales fisiológicas se sustituyen por otras que no están relacionadas con las necesidades reales de nuestro cuerpo. Desde pequeños estamos expuestos  a un entorno en el que se nos dan motivos distintos al hambre que tengamos o la saciedad que sintamos: Se dan argumentos  y razones “externas” para animar a los peques a comer: “Hazlo por papá, por el abuelo, por la mamá”, “para que el muñeco no se ponga triste”, “si te comes esto te daré postre, si no, no”… O para que dejen de hacerlo, aunque sea comida saludable “no comas más fruta ya, estás comiendo demasiado”. De esta forma, estamos anulando totalmente sus señales internas de hambre  y saciedad, fundamentales para aprender a regularse. Estos patrones se repiten en adultos, interviniendo en lo que comen (o no) los demás, reforzando esa guía externa para regular las necesidades de nuestro organismo y lo que nos pide en cada momento.

Por otro lado, tenemos la publicidad y sus múltiples anuncios de comida (no necesariamente nutritiva) que apelan a diferentes motivos para comer (y no necesariamente el hambre): Dejar de sentirse triste, pertenencia al grupo de iguales, diversión, autoestima… La publicidad de la comida llega no sólo a los niños, sino también a adultos, llegando a convertirse en publicidad emocional de la comida rápida y accesible. Y si juntamos esto con las costumbres sociales de celebrar distintos eventos con comida, no es raro que acabemos asociando desde peques la relación entre celebrar y socializar, divertirse y demás emociones positivas, con la comida.

Todo esto acaba resultando en que aprendemos que las señales que nos indican que tenemos que comer no se relacionan con las señales que nuestro cuerpo tiene para reclamarnos el nutrirnos, sino que tienen más que ver con el ambiente social y sus expectativas y con las emociones que experimentamos en esos contextos, por ejemplo, si estamos nerviosos, aburridos, sentimos que “merecemos” una comida rica para compensar un mal día…

Todo este proceso de aprendizaje además también se apoya en unas bases fisiológicas que tienen también su protagonismo: Algunos sabores, como el dulce producen sensaciones de bienestar  y calma, lo que los hace muy eficaces a corto plazo para lidiar con emociones negativas, haciendo que a la larga esta estrategia de afrontamiento se convierta en un problema. Por otro lado, nuestro sistema digestivo después de las comidas minimiza la activación del organismo (se activa la rama parasimpática de nuestro sistema nervioso), lo que se traduce en que, fisiológicamente, comer puede reducir nuestro nerviosismo. Antaño esto no suponía un problema porque los alimentos no eran abundantes o incluso podrían llegar a escasear, pero actualmente, con la excesiva oferta de alimentos que tenemos (en especial los ultraprocesados) y la gran accesibilidad a ellos, no resulta difícil utilizar la comida de forma inadecuada. 

¿En qué momento el “comer emocional” puede convertirse en un problema?

 

Muchas situaciones de las descritas anteriormente se dan frecuentemente en nuestra sociedad, lo cual hace esperable que un gran porcentaje de la población pase por momentos en los que coma por motivos que no sean puramente nutricionales o que respondan a necesidades “orgánicas”, sino que tienen más que ver con convencionalismos sociales o como respuesta a estímulos de carácter emocional. Podemos normalizar que esto ocurra de forma ocasional, en algunos eventos sociales o porque queremos darnos algún gusto culinario y no tiene por qué ser un problema, siempre  y cuando no se convierta en la tónica general y siempre desde la conciencia, es decir, que sea algo consciente y que la decisión sea nuestra, no una acción automatizada.

¿En qué casos se relaciona comida con ansiedad?

 

  • En ocasiones en las que sentimos algún tipo de malestar y el primer impulso que tenemos es comer algo, en vez de que se nos ocurran otras formas de reaccionar.
  • Ante algunas emociones o situaciones, nuestro impulso de comer algo es tan fuerte que podemos llegar a sentir que perdemos el control, los pensamientos sobre lo que queremos comer se vuelven repetitivos en la mente y desaparecen sólo cuando cedo a la tentación.
  • Cuando desconectamos con las señales de nuestro cuerpo, llegando a costarnos identificar cuándo tenemos hambre o cuándo ya estamos llenos, confundiendo el hambre real o fisiológica con las ganas o impulso de comer
  • Solo conseguimos  relajarnos, controlar nuestra irritabilidad, dormirnos o dejar de estar disgustados a través de la comida.
  • Si evitamos situaciones importantes en nuestra vida o en nuestro día a día  porque no queremos  exponernos  a emociones negativas que me lleven a comer de forma que consideramos inadecuada, por ejemplo, evitar salir a comer en fin de semana.
  • No sabemos en qué momento, pero la comida se ha vuelto demasiado presente e importante en nuestra vida, pudiendo ser que todo lo demás (los amigos, el trabajo,  el ocio, etc.) pasa a un segundo plano y parece que los pensamientos sobre la comida ocupan todo el espacio mental.
  • Podemos desarrollar  problemas de salud, entre ellos, desequilibrios bioquímicos, problemas hormonales, sobrepeso, etc., así como conductuales, emocionales o psicológicos.

    En otro artículo más adelante os hablaremos de las estrategias que podemos seguir para volver a dar a la comida el lugar que le corresponde en  nuestra vida.

 

Se planteó aprender a diferenciar entre comer de manera nutritiva y comer de forma ansiosa. Se dió un tiempo para aprender a diferenciar sensaciones e intentó adquirir técnicas de manejo de ansiedad.

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Alejandra Mencias

Enfoque bio-psico-social

Represento el equilibrio de Serena en cuerpo, mente y espíritu. Mi experiencia clínica como psicóloga sanitaria me ha llevado a interesarme profundamente por el bienestar integral del ser humano, desde el estudio de todas sus dimensiones.  Saber más.

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